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¡Dios no cambia!


“La fuerza de Dios es su inmutabilidad. »

 

Esta es la enseñanza de Santo Tomás de Aquino (I II q. 61 a.5)

Con estas pocas palabras, qué majestad, qué  potencia  ¡Descubrimos en Dios!

Nos será provechoso leer aquí el comentario que monseñor Lefebvre hizo sobre la inmutabilidad de Dios. El pasaje es relativamente largo. Tomemos el tiempo de leer bien para penetrar en nosotros mismos con esta verdad tan alta.

"Es bueno meditar sobre la creación, " ex nihilo sui et subjecti ", hecha de la nada, por la simple decisión del Creador: " qui putat se esse aliquid, cum nihil sit, ipse seducit: si alguien cree algo, cuando es nada, se engaña a sí mismo» (Gál. 6, 5).

Cuanto más se profundiza en esta realidad, más se asombra de la omnipotencia de Dios y de nuestra nada, de la necesidad de que toda criatura se sostenga constantemente en esta existencia, so pena de desaparecer, de volver a la nada. Esto es lo que nos enseñan tanto la fe como la filosofía.

Sólo esta meditación y esta observación deben arrojarnos a la humildad, a la adoración profunda, y poner en esta actitud una inmutabilidad semejante a la inmutable de Dios mismo. Debemos estar llenos de confianza ilimitada en Aquel que es nuestro Todo y que ha decidido crearnos y salvarnos. (…) Tocando los atributos y perfecciones de Dios, realidad espiritual que todo lo abraza, que todo lo vivifica, que todo lo sustenta en la existencia, no puede sino aumentar el Misterio divino, para nuestra mayor satisfacción, edificación, santificación.

Santo Tomás dice esto: “Cuanto más perfectamente conozcamos a Dios aquí abajo, mejor comprenderemos que él supera todo lo que entiende la inteligencia. (II II q.8 a.3)

La fe acudiendo en auxilio de la razón para convencernos de la existencia de Dios y abriéndonos horizontes maravillosos sobre la intimidad de Dios a través de la Revelación y sobre todo a través de la Encarnación del Verbo divino, debemos interrogarla para saber si podemos dar Dios un nombre que sea propio de Dios y nos ayude a conocerlo mejor.

Esto es precisamente lo que Dios hizo tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Estas son las palabras de Dios a Moisés: “Les diré: el Dios de vuestros padres me envía a vosotros. Si me preguntan ¿cómo se llama? ¿Qué les responderé? y Dios dijo a Moisés: Yo soy el que soy. Y añadió: Así responderéis a los hijos de Israel  : El que es, me envía a vosotros” (Ex. 3, 13-14); y Nuestro Señor se expresa de la misma manera frente a los judíos que le dicen: “¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abraham? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, antes que Abraham fuese, yo soy. (Jn 8, 5-9)
Nunca podremos admirar suficientemente estas luminosas respuestas, que además corresponden a las conclusiones de nuestra razón.

“Dios es” ; Es "ens a se", el ser por sí mismo , todos los demás seres son " ab alio ", no tienen por sí mismos su razón de ser.

Estas simples afirmaciones son una fuente inagotable de meditación y santificación. ¡Que sea la mirada de Dios que se agota en el infinito! Ya sea la observación de la relación de la criatura con el Creador, o la visión de la nada de la criatura, estamos ante lo que hay de más verdadero, más profundo y más misterioso en Dios y en nosotros. »


Monseñor Lefebvre , Itinerario Espiritual , 1990

Estas consideraciones sobre Dios nos animan a reflexionar. Somos criaturas, seres creados.

 

El grito de Lucifer es horrible:  no serviré  Afirma derivar su existencia de sí mismo, su  dicha por la propia fuerza...  Que locura, que soberbia... que presuncion y que aberracion  también para todos aquellos que, a lo largo del tiempo, han seguido los pasos del ángel rebelde...

Además, por el bautismo nos hemos convertido en hijos de Dios. ¿Cómo, pues, vivir como si Dios no existiera? Traduzcamos: ¿cómo vivir sin Dios? ¿Cómo, a sabiendas, podemos desviarnos de Él, de Su Ley divina?

Agere sequitur esse , aprendemos en buena filosofía según el realismo de Aristóteles. El hacer sigue al ser . Soy un hombre: debo actuar como un hombre. Soy cristiano: debo actuar como cristiano, en todo momento, en todo lugar.

Como soy criatura, dependiente de un Ser que me supera y que me mantiene vivo en todas las circunstancias, incluso después de la muerte de mi cuerpo (mi alma es inmortal), debo participar de la inmutabilidad de Dios.

Somos cambiantes, inconstantes en nuestras resoluciones, la experiencia nos lo demuestra. El pecado debilita al hombre y  inestable; el  virtud la  te hace fuerte  e inmutable  !

Entonces, ¿cómo se obtiene más estabilidad? Contemplando a Dios, sus atributos, y luego tratando de imitarlo.

Terminemos estas palabras con las de Santo Tomás. EN  Siguiendo a San Agustín, enseña que las virtudes que practicamos existen primero en Dios, nuestro modelo en todas las cosas:

“Es necesario, dice san Agustín , que el alma siga un modelo para que se forme en ella la virtud; este modelo es Dios: si lo seguimos, vivimos bien. Es, pues, evidente que en Dios preexiste el modelo de la virtud humana, como preexisten también en él las razones de todas las cosas. Por tanto, la virtud puede, como modelo, ser considerada tal como es en Dios. Y es en este sentido que hablamos de virtudes ejemplares. Es decir, llamamos prudencia, en Dios, a la inteligencia divina misma: templanza, la intención divina por la que todo lo reconduce a sí mismo, como en nosotros llamamos templanza a lo que hace al concupiscible conforme a la razón; en cuanto a la fuerza de Dios , es su inmutabilidad , mientras que su justicia es la observancia de la ley eterna en todas sus obras, como decía Plotino. (I II q. 61 a.5)

 

Padre Dominique Rousseau
1 de junio de 2020


 

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